Por Heliodoro Cáceres Barrera
LA CUNA
Eran las postrimerías de los años 30, cuando el sencillo y caluroso hogar de don Juan y doña Josefa se ve adornado con el nacimiento de su primogénito. Las hojas del calendario no pasan sin hacer aportes a la madurez, que a temprana edad va adquiriendo aquel retoño: por un lado la dulzura de la madre y por el otro el recio temperamento de su padre, trabajador incansable, como todos los de la familia.
Desde sus primeros años participa en labores hogareñas, las que asume con naturalidad y como parte de la misma vida. Esas pequeñas tareas contribuyen en la formación de su responsabilidad, que comienzan a mostrar resultados en sus dos primeros años de escuela rural.
La calidad del aporte docente de su primera maestra, doña Natividad Prieto, sumado al apetito insaciable de conocimientos; el hijo de don Juan, obtiene por resultado las mejores notas al terminar su segundo año. Para entonces solamente había dos años de escuela rural. Don Emiliano, Inspector, delegado por el gobierno regional para ser testigo de estas pruebas, descubre la "madera" de aquel niño y como verdadero "apóstol", no se conforma con el solo cumplimiento de la misión asignada.
El Inspector habla con don Juan para conseguir que el niño culmine su primaria en la escuela del pueblito. "Sabe leer y escribir, eso es suficiente, además es el único varón y lo necesito para que me acompañe", dice don Juan; pero estas palabras no convencen el espíritu de educador que hay en don Emiliano.
En la escuela urbana está don Luis Merchán, autoridad en la labor docente y convencido de que su entrega aporta a la construcción de los cimientos, para que sus alumnos den pasos a una personalidad definida, escucha lo acontecido con el hijo de don Juan.
Don Emiliano y don Luis integran el más agradable dueto para dejar sentir las mejores notas y convencer a don Juan, y a fe que lo consiguen.
El hijo de don Juan, pletórico de alegría, continúa el proceso de la escuela primaria, bajo la orientación de las profesoras Isabel Gómez, (Doña Chaba), doña Lola Casas y don Luis Merchán.
Esta conquista no lo exime de continuar con su destino de leñador. Baja al pueblo, distribuye la leña, amarra el animal de turno, en uno de los eucaliptos que adornan la Gruta de la Virgen, calza sus alpargatas y corre para llegar a tiempo a clase, en su querida escuela, General Francisco de Paula Santander.
EL NIÑO LEÑADOR
Antes de iniciar la escuela, comienza a conocer los palos que sirven para leña y al lado de su padre aprendió el oficio de aperar las bestias, (equinos o bovinos), con las cuales recorría, casi a diario, el camino real que lo lleva al pueblito. Es el más bello paisaje de pintor primitivista con su pueblo pegado a las montañas de García Rovira.
Ir al pueblo obedece a la labor cotidiana de vender leña a sus preferidas clientas, las señoras Maximina Moreno de Roa, Ana Cleofe de Cáceres, la pensión de la señorita Sarita Rincón y la pensión "Gato Negro".
SU PRIMER COMPUTADOR
El computador de aquel entonces se llama PIZARRA. Una fina lámina de piedra con marco de madera es la pantalla, sobre ella se procesan palabras, dibujos, se aprenden las cuatro operaciones matemáticas y se manda a la memoria de cada usuario, para no perder cada lección. Si hay que borrar se hace con un trapito, para dar espacio a nuevas enseñanzas.
UN DIGNO ESTÍMULO
Afortunada coincidencia acompaña al "niño leñador"; justo cuando está terminando su educación primaria, el Gobierno Departamental ofrece un concurso de becas para aspirantes al bachillerato. El "niño leñador", sin vacilaciones y con la seguridad que lo acompaña, se presenta a esta prueba.
Entre la cantidad y calidad de alumnos venidos de los distintos municipios de la provincia de García Rovira, dos mirandinos, ambos del sector rural: veredas El Espinal y Cucurucho, gracias a la dedicación, al estudio y cualificación adquirida en la escuela Santander, responden positivamente a las exigencias del evento.
Aquí si, definitivamente, se cambia la bestia de carga por las "chivas mochileras", que de Málaga conducen a Pamplona. Viaje en el que muy pocas veces se presenta la oportunidad de ocupar un asiento. Con tal de estudiar, de cumplir con la responsabilidad, no importa si es colgado de las varillas o sentado en el pasillo, algunas veces sobre su propia maleta, la ilusión de estudiar es superior a cualquier incomodidad.
Superada la etapa de formación en la Escuela Normal de Pamplona, el "niño leñador" es ahora el joven maestro, a quien invitan a trabajar en Bucaramanga, en la Concentración Camacho Carreño y posteriormente en su tierra natal: Málaga le brinda un espacio, en el Colegio Nacional Custodio García Rovira.
La edificante presión de su vocación por el estudio, en la perspectiva de servir a la humanidad, hace que continúe su capacitación por la docencia.
ESTUDIOS SUPERIORES
La universidad de Tunja es su nueva meta. El "niño leñador", joven docente y ahora Licenciado en Idiomas, pone a prueba su calidad de "maestro" en Norte de Santander.
Sin olvidar el recorrido de su vida, se deja llevar por los dictados de su conciencia clara y segura de que hay mucho por alcanzar. Busca espacios nuevos, donde pueda cualificar la doble óptica de su vocación: profundizar el conocimiento y proyectar la ciencia en sus alumnos.
EL MUNDO EN SUS MANOS.
Doctor Antonio Herrera Oviedo, durante un homenaje ofrecido en su honor en San José de Miranda.
Estados Unidos de Norteamérica es el nuevo reto: alcanza los más altos títulos, hasta llegar al doctorado.
Paralelamente a su tarea de escudriñar en la ciencia los más óptimos conocimientos, da testimonio de calidad, impartiendo y confrontando su saber en distintos lugares de Norteamérica, en las mejores universidades de Suramérica y de Europa.
Son varios los libros que acogen sus investigaciones propuestas, saberes y experiencias. Muchos escritos por él y otros con autoría compartida.
Grand Valley State University College of Educations es el gran centro educativo que nuestro "niño leñador" quiere y respeta. Allí realiza su labor por varias décadas y a su retiro le hacen el más alto reconocimiento, declararlo "Profesor Emérito".
EL RETORNO
El "niño leñador" retorna a sus raíces, con el corazón lleno de gratos recuerdos y sentimientos, recorre las calles de su pueblito y en medio del inclemente invierno se desplaza por los caminos de su querido "Cucurucho", para recuperar la historia de su familia, de casa en casa, reconociendo y conociendo a todos los suyos.
Vuelve en abril de 2012 y como evocación de sus primeras visitas, cuando traía material para mantener vivo el fuego de los hogares, hoy lo hace para traer la leña que contribuye a avivar el fuego de la ciencia: 30 computadores para el servicio de los jóvenes de la región.
Pero, el regalo más significativo es el testimonio de su propia experiencia. Regalo que llena de alegría a sus familiares y contemporáneos, que estimula a las juventudes a conquistar la ciencia y que se convierte para los niños en el mejor ejemplo, confirmando que, "cuando se quiere, se puede".
Todos estos sentimientos los fui recogiendo de los diálogos con los distintos sectores. Nunca niega la posibilidad de compartir con todos, sin la menor muestra de cansancio. Fui testigo de su inigualable sentido de pertenencia y su aspiración de ver a San José de Miranda integrado y convertido en el pueblito, humanamente, "más lindo de Santander".
Este "niño leñador" de viejas épocas o el "Maestro campesino", como él mismo suele llamarse, es ni más ni menos que el Doctor ANTONIO HERRERA OVIEDO.